Por Marco Balbi y Federico Monzón (representantes estudiantiles suplentes del Comité de Carrera de Comunicación)
El último golpe de Estado persiguió como principal objetivo desarticular la organización obrera y barrer con su activismo, que constituía un peligro para las clases dominantes, su Estado, su sistema, e inclusive para el imperialismo. A 40 años de la inauguración de la dictadura más sangrienta que vivió la historia argentina creemos que es necesario echar por tierra aquellas teorías que reducen el análisis de los setenta a una disputa entre las organizaciones guerrilleras y las Fuerzas Armadas, como así también repasar el rol del imperialismo norteamericano ante la visita que hará su principal representante político, Barack Obama, a Argentina.
El último golpe de Estado persiguió como principal objetivo desarticular la organización obrera y barrer con su activismo, que constituía un peligro para las clases dominantes, su Estado, su sistema, e inclusive para el imperialismo. A 40 años de la inauguración de la dictadura más sangrienta que vivió la historia argentina creemos que es necesario echar por tierra aquellas teorías que reducen el análisis de los setenta a una disputa entre las organizaciones guerrilleras y las Fuerzas Armadas, como así también repasar el rol del imperialismo norteamericano ante la visita que hará su principal representante político, Barack Obama, a Argentina.
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Plenario de Coordinadoras interfabriles (1975) |
Si bien la clase obrera argentina
cuenta con una larga tradición de lucha que nos permitiría remontarnos a la
Semana Trágica (1919) o a lo que se conoce como la resistencia peronista a
partir de 1955, fue el Cordobazo el hito
que abrió una etapa revolucionaria en Argentina, logró derrocar a Onganía,
y puso en alerta a toda la burguesía. Para comprender mejor las razones de por
qué la clase obrera profundiza su protagonismo en la lucha de clases, hay que enmarcar sus intervenciones en un
contexto de crisis capitalista internacional. “Hacia fines de los ’60 se va
a asistir a una caída de la tasa media de ganancia capitalista y de la
productividad del trabajo que pondrán fin al llamado boom económico de la
segunda posguerra”[i].
La crisis fue descargada, una vez más, sobre las espaldas del pueblo
trabajador. “La burguesía debía disminuir la participación lograda por la clase
obrera en la renta nacional y dar por tierra con las ilusiones de movilidad
social generadas en sectores de capas medias y obreras, lo que empujó a amplias
franjas populares a cuestionar el orden establecido”[ii]. Es en
este marco más general en el que se dan los hechos que van desde el Cordobazo
hasta las Jornadas de junio y julio de 1975, que culminaron en una huelga de
masas en este último mes. En el medio de estos dos acontecimientos también podemos
mencionar al Tucumanazo, el Mendozazo, el Viborazo, el Villazo, los
Rosariazos, e inclusive alzamientos
populares como el de Casilda, Cipolletti, General Roca, Malargüe, y la huelga
de los obreros de Chocón-Cerros Colorados, Neuquén. Claro que todo esto no
sucedió por azar, sino que se debió en
principio a la organización que existía en el interior de las fábricas, y que
luego comenzaron a sobrepasar sus límites. Las comisiones internas
combativas que se habían caracterizado por haber cuestionado a las burocracias
sindicales peronistas desde la época de la resistencia en adelante, y de haber
protagonizado un sin número de conflictos en diversos lugares de trabajo, dieron
un salto en calidad en las fases de auge obrero al constituirse en consejos de
fábrica, “…organizaciones de la más amplia base obrera, que protagonizan una
disputa por el mando y la organización de la fábrica con el capital…”[iii]. De
esta manera, se creó un doble poder en
las fábricas.
La experiencia del Cordobazo, que provocó la caída del gobierno militar de Juan Carlos
Onganía, y la del Viborazo, que puso fin al gobierno militar de Levingston
junto a la dictadura que se conocía como “Revolución Argentina”, implicaron un cambio en la relación de fuerzas a favor de
la clase obrera. Ante este panorama,
la burguesía se vio obliga a recurrir a
una salida electoral y apostar al retorno de Perón como estrategia para desviar
el ascenso obrero y popular. El primer presidente electo luego de la “Revolución
Argentina” fue Héctor Cámpora, pero a pesar de sus intenciones de lograr la “paz
social” a través del Pacto Social firmado por la CGT y la CGE, “que establecía el congelamiento salarial por dos
años, el congelamiento de precios y la supresión de las negociaciones
colectivas”[iv], las
movilizaciones obreras no cesaron producto de las ilusiones y expectativas que
había despertado el nuevo gobierno. La última carta que le quedó a la burguesía
era apostar a la presidencia del propio Perón para imponer orden en las calles.
El viejo líder se apoyó en la derecha del movimiento y la burocracia sindical,
creó y dio vía libre a las Triple A, desplegando
una política más dura contra la izquierda peronista y marxista. El Golpe en
Córdoba, conocido como “Navarrazo”, fue uno de los ejemplos que demuestran cómo
el General iría desplazando a los gobernadores más afines a la izquierda del
movimiento y de Cámpora. Días antes del Navarrazo, Perón había expresado que
Córdoba era “un foco de infección”, y días después empezó “una despiadada persecución y
encarcelamiento de dirigentes sindicales, del movimiento estudiantil y de las
organizaciones de izquierda”[v]. La
represión también estuvo combinada con la sanción
de una serie de leyes orientadas al control de la protesta social: la
reforma del Código Penal prohibían las ocupaciones de fábricas, y la
modificación de la Ley de Asociaciones Profesionales le permitía a la
burocracia sindical perpetuarse en el poder. Respecto al Pacto Social, Perón
hizo firmar un nuevo acuerdo, sin embargo, los vaivenes de la economía
internacional hizo que el empresariado comience a cuestionarlo.
Con el fallecimiento de Perón por problemas
de salud, que estuvo menos de un año en el poder, asumió su esposa, María Estela
Martínez de Perón, “Isabelita”. Con la nueva presidenta no sólo hubo un aumento en la escala represiva sino que también en la
política económica para aplicar el ajuste que ya venía en marcha desde años
anteriores. Designó a Celestino Rodrigo como Ministro de Economía, que puso
en marcha una política de shock en 1975 (el famoso “Rodrigazo”): “devaluación
del peso del 150%, aumento promedio del 100% de todos los servicios públicos,
suba de 180% de los combustibles, 45% de aumento de los salarios y un plan de
endeudamiento masivo con el exterior”[vi]. Como era de esperar, las medidas tomadas por Isabel
y Rodrigo intensificaron las protestas. La burocracia sindical se vio obligada
a convocar a un paro general para junio de ese año, pero el descontento obrero
llevó a que el país estuviese prácticamente paralizado hasta mediados de julio
inclusive. “Durante esas jornadas de lucha y grandes movilizaciones surgieron las Coordinadoras de Gremios en
Lucha, en los principales centros industriales del país, que contribuyeron
a ese triunfo de la clase obrera desbordando a la burocracia sindical. Esas
organizaciones interfabriles estuvieron basadas en la representación directa de
las bases y asentadas sobre un patrón de asociaciones zonales donde confluían
distintas fábricas, con sus comisiones internas, cuerpos de delegados,
activistas, con un funcionamiento basado en una amplia democracia obrera”[vii].
Estas mismas coordinadoras también enfrentaron el Plan Mondelli, una suerte de
reedición del Rodrigazo.
El
rol de la burguesía nacional y la del imperialismo
Sería ingenuo pensar que las clases
dominantes argentinas, las mismas causantes de la crisis, iban a quedarse
perplejas ante el ascenso del movimiento obrero. El Golpe de Estado y la
instauración de la última dictadura fue la salida que le encontraron a la
situación. Como ya lo habíamos mencionado, derrotar
a la vanguardia obrera, que arrastraba tras de sí al resto de los sectores
populares como se vio en el Cordobazo, a través de ejecución de un plan de
miedo, terror, tortura y aniquilación física era el objetivo inmediato.
“La participación de los empresarios en la
dictadura se dio en varios sentidos: a través del aporte de información sobre
los trabajadores, detenciones en los lugares de trabajo, militarización de las
fábricas, agentes de inteligencia; y brindando recursos económicos y
materiales, desde la movilidad para trasladar a los detenidos hasta la
expresión más extrema que fue la instalación de centros ilegales de detención y
tortura en los propios establecimientos, como ocurrió en los casos de Acindar,
Ford, Ingenio la Fronterita, Astillero Río Santiago y La Veloz del Norte”.[viii]
Estos mismos empresarios se beneficiaron
con la política económica de José Martínez de Hoz, primer ministro de
economía de la dictadura, que incluía: liberación de precios, congelamiento de
salarios, baja de aranceles a las importaciones, liberación de la tasa de
interés y desregulación del sistema bancario
(Ley de identidades Financieras), y ni hablar de la estatización de la
deuda privada.
También hay que tener en cuenta que los partidos políticos tradicionales de la casta política (MID, UCR, Partido Socialista, y Partido Justicialista entre otros), e inclusive el Partido Comunista, brindaron su total apoyo al empresariado argentino.
Para llevar adelante el “Proceso de Reorganización Nacional”, la burguesía necesitó del apoyo político y económico de parte de distintas potencias imperialistas, principalmente la de Estados Unidos, que se encargó de organizar el plan sistemático de la represión (el Plan Cóndor) llevado a cabo por todos los gobiernos militares de Latinoamérica. En el memorándum secreto de la reunión que mantuvieron el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, César Guzzeti, y el por entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, este último le planteó “si hay cosas que hacer, hacerlo rápidamente”.
Algunas
reflexiones finales
Si bien hay muchas cuestiones para abordar
sobre el Golpe del ´76 y todo el proceso previo, hemos intentado dar cuenta que
el mismo coronó la victoria de la
burguesía sobre la clase trabajadora. Como se ha demostrado, hemos
analizado este proceso desde una mirada de clases de la sociedad, y teniendo en
cuenta las luchas que se dan entre ellas. En contraposición a lo que sostienen
muchas teorías, opinamos que el golpe no
se proponía acabar con las guerrillas pues estas fueron prácticamente
liquidadas a manos de la Triple A y otras organizaciones paramilitares antes
que se ponga en marcha la dictadura.
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Jorge Rafael Videla y su Junta Militar de 1976 |
El hecho que la última dictadura haya sido
la más sangrienta con torturas, centros clandestinos, y que haya ido
directamente en búsqueda de activistas obreros y estudiantes, se debe a las
lecciones que sacaron las clases dominantes y las Fuerzas Armadas respecto al
anterior período dictatorial. Un pequeño
margen de participación para los obreros y estudiantes, aunque sea en las
movilizaciones callejeras, podía derrotar a cualquier gobierno militar,
como ocurrió con la denominada “Revolución Argentina”.
El retorno de la democracia en 1983 no
significó una victoria para la clase obrera y los sectores populares, sino más
bien fue el corolario de la derrota de los mismos. Una vez aniquilada la
vanguardia obrera, y disciplinado el pueblo trabajador en su conjunto, las
clases dominantes pudieron reinstaurar el sistema democrático parlamentario.
La
dicotomía entre dictadura y democracia, o democracia y corporaciones, es
totalmente falsa. La dictadura se puso en marcha porque la democracia ya no
era garante de sus ganancias. Más bien, la principal conclusión a la que hemos
llegado es que cuando las bases de
acumulación capitalista son puestas en cuestión, se cierran los canales democráticos.
En este sentido, cuando ese cuestionamiento ya no existe, estos canales vuelven
a abrirse.
Por último, quedará pendiente un análisis
sobre las causas de la derrota del movimiento obrero. No creemos que este
resultado tenga que llevarnos a pensar que el camino que tomó el mismo haya
sido incorrecto o que su participación política tuvo que haberse limitarse a
los marcos que ofrecen las instituciones del Estado.
[i] Véase
Werner, R., y Aguirre, F. (2009). Una crisis capitalista mundial, en
“Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras
interfabriles y estrategias de la izquierda”. Ediciones IPS, CABA.
[ii] Ídem
[iii] Véase
Werner, R., y Aguirre, F. (2009). Dualidad en la organización obrera:
sindicatos y comisiones internas, en “Insurgencia obrera en la Argentina
1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la
izquierda”. Ediciones IPS, CABA.
[iv] Véase
“1972-1974: La vuelta de Perón y el Pacto Social” – La Verdad Obrera: http://www.pts.org.ar/1972-1974-La-vuelta-de-Peron-y-el-pacto-social
[v]
Véase Werner, R., y Aguirre, F. (2009). De los intentos de establecer el GAN al
tercer gobierno de Perón, en “Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976.
Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda”. Ediciones
IPS, CABA.
[vi]
Véase “Notas para un balance a 40 años del golpe militar” – Rolando Astarita,
en Rolando Astarita Blog: https://rolandoastarita.wordpress.com/2016/03/12/notas-para-un-balance-a-40-anos-del-golpe-militar/
[vii]
Véase “¿Porqué el golpe del ´76 fue contra la clase obrera, el pueblo y las
organizaciones populares?” – Leónidas Ceruti: http://argentina.indymedia.org/news/2011/03/775984.php
[viii]
Véase Pagés, G., y Picón, A (2016). Dictadura, empresarios y el cinismo de
Macri, en “Ideas de Izquierda. Revista de Cultura y Política” N° 27, marzo 2016.
Otra
bibliografía consultada:
“Responsabilidad empresarial en delitos de lesa
humanidad. Represión a trabajadores durante el terrorismo de Estado”, Buenos
Aires, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, 2015.
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