sábado, 20 de junio de 2015

Scioli como confirmación (y profundización) de la moderación kirchnerista

Por Balbi Marco (estudiante de Licenciatura en Comunicación)

La designación de Carlos Zanini como vicepresidente en la fórmula de Daniel Scioli, decisión que según este último fue tomada en conjunto con la presidenta, parece poner fin a la novela sobre el kirchnerismo y las PASO. Cristina Fernández de Kirchner también apostaba a que Florencio Randazzo se presente como precandidato a gobernador por la Provincia de Buenos Aires, propuesta que el actual Ministro del Interior y Transporte no aceptó, aunque sí resignó su precandidatura a presidente ya que la Jefa de Estado terminó decidiéndose por Scioli

Sin una opción progresista para votar a nivel nacional por el kirchnerismo (término cuestionable ya que no se entiende qué tan progresista puede ser un funcionario que no pudo sacar al servicio ferroviario de las privatizaciones y que ha mantenido la tercerización laboral en el servicio), analistas políticos, periodistas, y un sector de la opinión pública han coincidido en afirmar que con Scioli "se derechiza el modelo" o que "es la otra cara del modelo", como sí su posible victoria marcara un giro brusco, e inclusive neoliberal, en la política nacional. Sin embargo, esta idea también es cuestionable. Si bien es cierto que en Scioli está encarnada el ala conservadora del kirchnerismo, y en parte a eso se deben los vaivenes que llegó a tener con la presidenta, en realidad el propio modelo está moderado desde hace un tiempo. Dicho en otra palabras, no se observan una oleada de medidas progresistas por parte del gobierno que serían interrumpidas con la posible victoria de Scioli, sino que el propio gobierno ya vino preparando el terreno para cualquiera de los candidatos de derecha que tienen posibilidades de obtener el triunfo en octubre.

El ciclo económico ascendente del 2003 fue lo que le dio vida al kirchnerismo como movimiento político de centro-izquierda. Dicho ciclo le presentó una oportunidad única para dar concesiones a la clase trabajadora y a los sectores populares, y así generar un efecto de contención ante las consecuencias que había acarreado la crisis del 2001. A pesar de ello, cuando la situación económica internacional se tornó desfavorable, el oficialismo quedó en una posición incómoda. No sólo fue incapaz de lanzar políticas como la nacionalización de los fondos jubilatorios (2008) o tomar decisiones de la envergadura del tan aplaudido `NO al ALCA´ (2005), sino que también aumentó las concesiones a las empresas y reaccionó ante las protestas sociales.

Seguramente fue el 2014 el año más evidente de este viraje político. Comenzó con una devaluación del 24% que se intentó combinar con una ley para "regular" la protesta social (el macrismo y massismo también elaboraron un proyecto similar). Además se pagó la indemnización a REPSOL y se acordó con el Club de París, en un intento de mostrarse solidarios con el capital financiero internacional para volver a los mercados, mientras los docentes tuvieron que hacer huelga durante 17 días para obtener un mísero aumento. Ni hablar de las represiones dirigidas hacia los trabajadores como en el conflicto de LEAR, aunque también podemos mencionar hacia los de EMFER y TATSA, Kromberg, o hacia los propios docentes en el interior del país. A pesar de lo recién mencionado, sería incorrecto afirmar que hasta antes del 2014 el gobierno había mantenido su perfil progresista. En 2013, el oficialismo terminó de recomponer la relación entre el Estado y la Iglesia,  tras la designación de Bergoglio como Papa por parte del Vaticano; firmó un acuerdo con Chevrón; y designó a Milani como Jefe de Ejército entre otras políticas que no coinciden con su discurso progresista. En 2012, el gobierno ya había acordado la instalación de Monsanto en el país, que junto con Barrick Gold, son los ejemplos más sobresalientes de una matriz productiva extranjerizada, y que a su vez, junto con la concentración de la propiedad y el avance de la frontera agrícola, son procesos que se han agudizado desde la década de los '90.

Semanas atrás, Carta Abierta apoyaba la candidatura de Randazzo y se diferenciaba de Scioli por su carácter derechista, pero ahora se muestran completamente a favor. La capacidad crítica que se jactaron de tener ya se perdió hace tiempo. Además, desde 678 se presentó al actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires como "el candidato de los fondos buitres" (junto a Macri y Massa). Parece extraño que los periodistas militantes de dicho programa hayan olvidado que fue el gobierno de Néstor, y luego el de Cristina, los que se encargaron de pagarle a los buitres. Más reciente en el tiempo, de la mano de Kicillof, el gobierno emitió títulos de deuda pública y cumplió su tan ansiado sueño de volver a los mercados.

La pregunta que se abre ahora es: ¿Qué harán con los votantes progresistas del kirchnerismo? ¿Crearán una especie de nueva "teoría del cerco" para justificar estas posiciones del gobierno que están lejos de tener un mínimo contenido izquierdista? ¿Se darán cuenta de una vez de la moderación política del kirchnerismo? (vale aclarar: moderación con reacción). ¿Volverán a justificarse a través del pragmatismo peronista? Al fin y al cabo, queda confirmado que la etapa kirchnerista sirvió de reciclaje para viejas figuras novenmenemistas, y por eso afirmamos que recompuso las instituciones que fueron fuertemente cuestionadas en aquellas jornadas de diciembre de 2001 al grito del que se vayan todos, lo que nos lleva a dudar si verdaderamente el kirchnerismo fue respuesta a las demandas de aquellos tiempos o simplemente un contenedor de las mismas. Teniendo en cuenta que no ha desarmado la matriz productiva neoliberal, la última opción es la correcta.

Y mientras la presidenta elige a un hombre del "cristinismo duro" como vicepresidente de Scioli para intentar equilibrar la fórmula, los empresarios se han alineado en una sola posición: el próximo gobierno jugará a favor de sus intereses, y justamente Scioli viene como anillo al dedo para realizar los ajustes necesarios que se encarguen de repuntar la economía argentina (léase como atacar el bolsillo de las masas populares o producir trasferencia de ingresos). Sin la intención de hacer un balance sobre los 12 años kirchneristas, la idea de este breve artículo fue demostrar que con Scioli el modelo no gira a derecha, sino que se confirma un giro a derecha que el gobierno ya dio, y puede profundizarlo. Reformulación: si el kirchenrismo fue capaz de moderar y entibiar su política, con posiciones reaccionarias cada vez más frecuentes, Scioli se presenta como el candidato que puede seguir profundizando ese camino (hacer los típicos "deberes" o "tareas sucias").

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